sábado, 10 de agosto de 2013

Rigor al analizar el comportamiento no verbal

El análisis del llamado lenguaje corporal, de la comunicación no verbal o del comportamiento no verbal, está imperando cada día más en este país. Esta disciplina se ha puesto de moda en medios como la televisión o la prensa escrita. Nuestro cerebro es sabio y todos tenemos determinada capacidad para interpretar un gesto o una expresión facial. Sin embargo, cuando las imágenes a analizar pueden tener una trascendencia importante en los medios y en la opinión pública en general, deberíamos ser cautos y rigurosos a la hora de realizar esos análisis.  Ocurre que, en ocasiones, esta disciplina no es tratada con rigor, o es tratada por personas sin la adecuada formación académica, lo que ha conducido a que se perciba como una disciplina no compatible con el ámbito científico. Existen verdaderos “charlatanes” que se dedican a la “ciencia adivinatoria”, o a hacer conjeturas basándose en creencias erróneas (aunque a veces sean muy populares), o basándose en lo que han leído en tres o cuatro libros.

El analista en comportamiento no verbal debe ser riguroso en su análisis y tratar de llevar sus aportaciones al terreno científico. Para ello será imprescindible llevar a cabo un análisis minucioso, por lo que el uso de imágenes grabadas en vídeo, así como el manejo de determinados programas de edición, les serán imprescindibles. La ventaja de este tipo de análisis es que permite visualizar, cuantas veces sea necesario, cualquier fragmento de la escena a analizar. Además, permite el visionado de imágenes a cámara lenta, incluso fotograma a fotograma, lo que posibilita detectar expresiones sutiles o muy breves (microexpresiones), que en un análisis en tiempo real pasarían desapercibidas incluso para los analistas más expertos.

Por otra parte, cualquier análisis serio, debería tener en consideración todos los canales expresivos no verbales (gestos, posturas, expresión facial, oculésica, proxémica, háptica, paralenguaje y apariencia), en conjunción con el canal verbal. Pero el estudio separado de cada uno de estos canales expresivos no tiene razón de ser, ya que el sistema no verbal funciona de forma coordinada e integrada, siendo el efecto global mayor que la suma de las partes (Patterson, 2011).


Además siempre habrá que tener presente que el contexto social en el que se produce el comportamiento a analizar va a afectar al significado del mismo. Y también la biología, cultura, género, edad y personalidad del sujeto a analizar, serán factores a tener en cuenta.

Si nos centramos en la expresión facial, gestos y posturas, la cara y las manos son las partes del cuerpo con una mayor sensibilidad y capacidad de movimiento, y ello es debido a que son las partes que tienen una mayor conexión con áreas corticales sensoriales y motoras.



A través del rostro no siempre expresamos emociones. Ekman y Friesen estimaron que los “rostros emocionales” constituían un tercio del comportamiento facial de un individuo, pero autores como Chovil lo reduce a un 18% (citado por Fridlund, 1994). Los movimientos faciales también pueden emitir señales de comunicación (señales sintácticas para enfatizar, subrayar, interrogar o continuar con el relato), adaptadores (formar un bulto con la lengua, morderse los labios, etc.), ilustradores (elevar las cejar para resaltar el discurso, mostrar expresión de asco al mencionar que algo es asqueroso y cualquier otro movimiento facial que contribuya a representar lo que estamos relatando), reacciones personales (que añaden valor emocional a nuestro discurso o que indican nuestra reacción inmediata frente a lo que escuchamos), señales de retroalimentación (como asentir con la cabeza, o establecer contacto ocular), etc.

La mayoría de las expresiones faciales no connotan emoción sino que tienen lugar enclavadas dentro del discurso (Fridlund, 1994), y diversos autores les atribuyen un papel paralingüístico y no emocional a esas exhibiciones faciales (Fridlund y Gilbert, 1985). No obstante, personalmente mantengo que en situaciones de alta intensidad emocional (situaciones estresantes, situaciones vitales, letales, etc.), el rostro dará muestras de emociones. En tales situaciones la expresión emocional será muy difícil de ocultar, apareciendo, en la mayoría de los casos, determinadas expresiones faciales, expresiones fugaces, microexpresiones y/o expresiones sutiles, aconsejando realizar el correspondiente análisis con imágenes grabadas en vídeo y no en directo.


Sabemos que las microexpresiones son movimientos involuntarios de los músculos de la cara, en momentos especialmente emotivos. Pueden aparecer tanto en contextos personales (intrapersonales) como de relaciones con los demás (interpersonales). También sabemos que las emociones denominadas básicas o primarias son más susceptibles de ser “microexpresadas” que las emociones sociales (ansiedad, culpa, vergüenza, envidia, celos, etc.).

Para que surja una microexpresión, deben ocurrir dos aspectos: una valoración de la situación y una respuesta fisiológica asociada. Tras ello podría aparecer, o no, el proceso emocional y su expresión.
Pero el asunto además se complica, ya que el rostro suele ser portador de mezclas faciales de varias emociones (Knapp, 1980):
  • Una zona facial podría mostrar una emoción diferente a otra zona facial: cejas levantadas (sorpresa) y labios apretados (cólera).
  • Dos emociones distintas podrían emerger en una misma parte del rostro: una ceja levantada (sorpresa) y otra baja (cólera).
  • Una expresión facial podría estar producida por una acción muscular asociada a dos emociones: elevación de mejillas: asco y también alegría.

Centrándonos en la expresión facial de las emociones, todo análisis tendría que tener como base el FACS o Sistema de Codificación de la Acción Facial (Facial Action Coding System), ideado por Paul Ekman y Wallace Friesen en 1978. La figura de Paul Ekman es sobradamente conocida a nivel mundial y sus estudios le permitieron la creación de  un método para la descripción del movimiento facial, basado en el análisis anatómico de la acción facial (previamente desarrollado por Hjorsjó en 1969).



El FACS no es el único sistema de codificación facial existente. Izard también desarrolló una amplia investigación sobre la expresión de las emociones e ideó el sistema de clasificación y codificación denominado MAX (Sistema de Codificación de Máxima Discriminación del Movimiento Facial). Pero el FACS es quizás el método más conocido y exhaustivo.

Como cada movimiento facial es el resultado de la acción de determinadas unidades musculares de la cara (AU: Action Unit), el FACS se basa en los cambios en apariencia (resultado de los movimientos de la piel facial y del tejido conjuntivo) que se producen consecuencia de la acción visible de cada músculo


Con el FACS es posible analizar cualquier movimiento facial en términos sumativos de unidades de acción (AU,s), pero no hay una relación única entre cada grupo de músculos y las unidades de acción observables. Ello se debe a que un mismo músculo puede actuar de maneras diferentes, o puede afectar a zonas faciales distintas, para producir acciones faciales visiblemente diferentes. Así por ejemplo, el músculo occipito frontal es responsable de varias Unidades de Acción diferentes (AU 1: levantar el interior de las cejas; AU 2: levantar la parte exterior de las cejas); o el orbicular de los labios interviene en las acciones faciales 22 (labios en embudo), 23 (afina los labios) y 24 (junta y aprieta los labios).

                                                                               

(Imágenes obtenidas con el programa ARTNATOMY/ARTNATOMIA de Victoria Contreras Flores, 2005. Disponible en www.artnatomia.net)

Además cada acción facial puede registrase en una escala de 5 puntos en intensidad, siendo conveniente registrar también la duración de dicha acción. Veamos al propio Paul Ekman llevar a cabo distintas unidades de acción en el siguiente vídeo:



La combinación de 44 músculos faciales, bilateralmente simétricos, puede generar 10.000 expresiones visiblemente diferentes, aunque nunca veremos la mayoría de ellas. En una conversación normal veremos menos de cien y, como afirma Ekman, "solo, tal vez, una tercera parte son relevantes a la emoción".


En definitiva, este riguroso y preciso método permite identificar las emociones que está sintiendo (o reprimiendo) un sujeto, en base a la actividad muscular implicada en cada gesto facial. No obstante, el reconocimiento de una emoción es un proceso muy complejo y habría que tener en cuenta otros tipos de informaciones, como la suministrada por el contexto, las  expectativas y atribuciones sobre el estado emocional del sujeto, el estado emocional del analista, su capacidad de observación y experiencia o las diferencias individuales en la forma de manifestar nuestras emociones y en la precisión en la identificación.

Bibliografía

Ekman, P. (1972). Universal and cultural differences in facial expression of emotion. In J. R. Cole (Ed.), Symposium on Motivation, 1971 (Vol. 19, pp. 207-283). Lincoln, NE: Nebrasca University.

Ekman, P., & Friesen, W. (1975). Unmasking the face (a guide to recognizing emotions from facial expressions). Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall Inc
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Fernández-Abascal, E. G., & Chóliz Montañés, M. (2001). Expresión facial de la emoción. Madrid: UNED.

Fridlund, A. J. (1994). Expresión facial humana. Una Visión Evolucionista. (J. Cerdas Ibañez, & I. Cardas Ibánez, Trans.) Bilbao: Desclée De Brouwer.

Fridlund, A. J., & Gilbert, A. N. (1985). Emotions and facial expressions. Science , 230, 607-608.

Knapp, M. L. (1980). La comunicación no verbal. El cuerpo y el entorno. Barcelona: Paidós.

Patterson, M. L. (2011). Más que Palabras. El poder de la Comunicación No Verbal. (S. Suárez, Trans.) Aresta-UOC.

Petisco, J. M. (2014). La comunicación en el aula. Cuando la postura y el gesto toman la palabra. Madrid: Dykinson.





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