domingo, 11 de agosto de 2013

Campos que debe abarcar el análisis de comportamiento no verbal


El especialista en comportamiento no verbal debería estar formado en alguna de las disciplinas de las que se nutre la comunicación no verbal (psicología, antropología, sociología, etología o psiquiatría). Ello no garantiza poseer los conocimientos necesarios, pero sí el método y rigor suficientes para llevar a cabo análisis respaldados por estudios científicos. 

En su análisis deberían tener en cuenta cuatro niveles distintos: 

- línea base 
- nivel de datos 
- inferencias  
- hipótesis.  

Nunca debería perder de vista que el comportamiento a analizar es global; aunque para llegar a ello convenga desmenuzarlo en los diferentes canales comunicativos, como la expresión facial, oculesia, los gestos, las posturas, el paralenguaje, la proxémica, la háptica o la apariencia.

sábado, 10 de agosto de 2013

Rigor al analizar el comportamiento no verbal

El análisis del llamado lenguaje corporal, de la comunicación no verbal o del comportamiento no verbal, está imperando cada día más en este país. Esta disciplina se ha puesto de moda en medios como la televisión o la prensa escrita. Nuestro cerebro es sabio y todos tenemos determinada capacidad para interpretar un gesto o una expresión facial. Sin embargo, cuando las imágenes a analizar pueden tener una trascendencia importante en los medios y en la opinión pública en general, deberíamos ser cautos y rigurosos a la hora de realizar esos análisis.  Ocurre que, en ocasiones, esta disciplina no es tratada con rigor, o es tratada por personas sin la adecuada formación académica, lo que ha conducido a que se perciba como una disciplina no compatible con el ámbito científico. Existen verdaderos “charlatanes” que se dedican a la “ciencia adivinatoria”, o a hacer conjeturas basándose en creencias erróneas (aunque a veces sean muy populares), o basándose en lo que han leído en tres o cuatro libros.

El analista en comportamiento no verbal debe ser riguroso en su análisis y tratar de llevar sus aportaciones al terreno científico. Para ello será imprescindible llevar a cabo un análisis minucioso, por lo que el uso de imágenes grabadas en vídeo, así como el manejo de determinados programas de edición, les serán imprescindibles. La ventaja de este tipo de análisis es que permite visualizar, cuantas veces sea necesario, cualquier fragmento de la escena a analizar. Además, permite el visionado de imágenes a cámara lenta, incluso fotograma a fotograma, lo que posibilita detectar expresiones sutiles o muy breves (microexpresiones), que en un análisis en tiempo real pasarían desapercibidas incluso para los analistas más expertos.

Por otra parte, cualquier análisis serio, debería tener en consideración todos los canales expresivos no verbales (gestos, posturas, expresión facial, oculésica, proxémica, háptica, paralenguaje y apariencia), en conjunción con el canal verbal. Pero el estudio separado de cada uno de estos canales expresivos no tiene razón de ser, ya que el sistema no verbal funciona de forma coordinada e integrada, siendo el efecto global mayor que la suma de las partes (Patterson, 2011).


Además siempre habrá que tener presente que el contexto social en el que se produce el comportamiento a analizar va a afectar al significado del mismo. Y también la biología, cultura, género, edad y personalidad del sujeto a analizar, serán factores a tener en cuenta.

Si nos centramos en la expresión facial, gestos y posturas, la cara y las manos son las partes del cuerpo con una mayor sensibilidad y capacidad de movimiento, y ello es debido a que son las partes que tienen una mayor conexión con áreas corticales sensoriales y motoras.



A través del rostro no siempre expresamos emociones. Ekman y Friesen estimaron que los “rostros emocionales” constituían un tercio del comportamiento facial de un individuo, pero autores como Chovil lo reduce a un 18% (citado por Fridlund, 1994). Los movimientos faciales también pueden emitir señales de comunicación (señales sintácticas para enfatizar, subrayar, interrogar o continuar con el relato), adaptadores (formar un bulto con la lengua, morderse los labios, etc.), ilustradores (elevar las cejar para resaltar el discurso, mostrar expresión de asco al mencionar que algo es asqueroso y cualquier otro movimiento facial que contribuya a representar lo que estamos relatando), reacciones personales (que añaden valor emocional a nuestro discurso o que indican nuestra reacción inmediata frente a lo que escuchamos), señales de retroalimentación (como asentir con la cabeza, o establecer contacto ocular), etc.

La mayoría de las expresiones faciales no connotan emoción sino que tienen lugar enclavadas dentro del discurso (Fridlund, 1994), y diversos autores les atribuyen un papel paralingüístico y no emocional a esas exhibiciones faciales (Fridlund y Gilbert, 1985). No obstante, personalmente mantengo que en situaciones de alta intensidad emocional (situaciones estresantes, situaciones vitales, letales, etc.), el rostro dará muestras de emociones. En tales situaciones la expresión emocional será muy difícil de ocultar, apareciendo, en la mayoría de los casos, determinadas expresiones faciales, expresiones fugaces, microexpresiones y/o expresiones sutiles, aconsejando realizar el correspondiente análisis con imágenes grabadas en vídeo y no en directo.


Sabemos que las microexpresiones son movimientos involuntarios de los músculos de la cara, en momentos especialmente emotivos. Pueden aparecer tanto en contextos personales (intrapersonales) como de relaciones con los demás (interpersonales). También sabemos que las emociones denominadas básicas o primarias son más susceptibles de ser “microexpresadas” que las emociones sociales (ansiedad, culpa, vergüenza, envidia, celos, etc.).

Para que surja una microexpresión, deben ocurrir dos aspectos: una valoración de la situación y una respuesta fisiológica asociada. Tras ello podría aparecer, o no, el proceso emocional y su expresión.
Pero el asunto además se complica, ya que el rostro suele ser portador de mezclas faciales de varias emociones (Knapp, 1980):
  • Una zona facial podría mostrar una emoción diferente a otra zona facial: cejas levantadas (sorpresa) y labios apretados (cólera).
  • Dos emociones distintas podrían emerger en una misma parte del rostro: una ceja levantada (sorpresa) y otra baja (cólera).
  • Una expresión facial podría estar producida por una acción muscular asociada a dos emociones: elevación de mejillas: asco y también alegría.

Centrándonos en la expresión facial de las emociones, todo análisis tendría que tener como base el FACS o Sistema de Codificación de la Acción Facial (Facial Action Coding System), ideado por Paul Ekman y Wallace Friesen en 1978. La figura de Paul Ekman es sobradamente conocida a nivel mundial y sus estudios le permitieron la creación de  un método para la descripción del movimiento facial, basado en el análisis anatómico de la acción facial (previamente desarrollado por Hjorsjó en 1969).



El FACS no es el único sistema de codificación facial existente. Izard también desarrolló una amplia investigación sobre la expresión de las emociones e ideó el sistema de clasificación y codificación denominado MAX (Sistema de Codificación de Máxima Discriminación del Movimiento Facial). Pero el FACS es quizás el método más conocido y exhaustivo.

Como cada movimiento facial es el resultado de la acción de determinadas unidades musculares de la cara (AU: Action Unit), el FACS se basa en los cambios en apariencia (resultado de los movimientos de la piel facial y del tejido conjuntivo) que se producen consecuencia de la acción visible de cada músculo


Con el FACS es posible analizar cualquier movimiento facial en términos sumativos de unidades de acción (AU,s), pero no hay una relación única entre cada grupo de músculos y las unidades de acción observables. Ello se debe a que un mismo músculo puede actuar de maneras diferentes, o puede afectar a zonas faciales distintas, para producir acciones faciales visiblemente diferentes. Así por ejemplo, el músculo occipito frontal es responsable de varias Unidades de Acción diferentes (AU 1: levantar el interior de las cejas; AU 2: levantar la parte exterior de las cejas); o el orbicular de los labios interviene en las acciones faciales 22 (labios en embudo), 23 (afina los labios) y 24 (junta y aprieta los labios).

                                                                               

(Imágenes obtenidas con el programa ARTNATOMY/ARTNATOMIA de Victoria Contreras Flores, 2005. Disponible en www.artnatomia.net)

Además cada acción facial puede registrase en una escala de 5 puntos en intensidad, siendo conveniente registrar también la duración de dicha acción. Veamos al propio Paul Ekman llevar a cabo distintas unidades de acción en el siguiente vídeo:



La combinación de 44 músculos faciales, bilateralmente simétricos, puede generar 10.000 expresiones visiblemente diferentes, aunque nunca veremos la mayoría de ellas. En una conversación normal veremos menos de cien y, como afirma Ekman, "solo, tal vez, una tercera parte son relevantes a la emoción".


En definitiva, este riguroso y preciso método permite identificar las emociones que está sintiendo (o reprimiendo) un sujeto, en base a la actividad muscular implicada en cada gesto facial. No obstante, el reconocimiento de una emoción es un proceso muy complejo y habría que tener en cuenta otros tipos de informaciones, como la suministrada por el contexto, las  expectativas y atribuciones sobre el estado emocional del sujeto, el estado emocional del analista, su capacidad de observación y experiencia o las diferencias individuales en la forma de manifestar nuestras emociones y en la precisión en la identificación.

Bibliografía

Ekman, P. (1972). Universal and cultural differences in facial expression of emotion. In J. R. Cole (Ed.), Symposium on Motivation, 1971 (Vol. 19, pp. 207-283). Lincoln, NE: Nebrasca University.

Ekman, P., & Friesen, W. (1975). Unmasking the face (a guide to recognizing emotions from facial expressions). Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall Inc
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Fernández-Abascal, E. G., & Chóliz Montañés, M. (2001). Expresión facial de la emoción. Madrid: UNED.

Fridlund, A. J. (1994). Expresión facial humana. Una Visión Evolucionista. (J. Cerdas Ibañez, & I. Cardas Ibánez, Trans.) Bilbao: Desclée De Brouwer.

Fridlund, A. J., & Gilbert, A. N. (1985). Emotions and facial expressions. Science , 230, 607-608.

Knapp, M. L. (1980). La comunicación no verbal. El cuerpo y el entorno. Barcelona: Paidós.

Patterson, M. L. (2011). Más que Palabras. El poder de la Comunicación No Verbal. (S. Suárez, Trans.) Aresta-UOC.

Petisco, J. M. (2014). La comunicación en el aula. Cuando la postura y el gesto toman la palabra. Madrid: Dykinson.





viernes, 9 de agosto de 2013

Universalidad de las emociones primarias


Actualmente siguen existiendo defensores y detractores de la universalidad de las emociones. Por un lado están quienes defienden que la expresión de las emociones es un patrón de respuesta innato y por otro quienes aseguran que está determinada por el aprendizaje y la experiencia. Los primeros defienden la existencia de una serie de emociones básicas, universales, de las que emergerían el resto de emociones; mientras que los segundos mantienen que no existen tales emociones primigenias.

La mayoría de los seguidores de la Psicología de las emociones asumen el modelo neurocultural de Ekman. Según dicho modelo existiría una “programación neural facial” central, que “enlaza cada emoción primaria con un conjunto de impulsos neurales, de patrones característicos de impulsos dirigidos a los músculos faciales” (Ekman, 1972, pág 216). Para la Psicología de las emociones (modelo clásico) las expresiones faciales tienen una base innata, siguen pautas fijas de acción y están vinculadas a las emociones. Cualquier conducta facial de exhibición sería debida a una contribución genética, mientras que cualquier diferencia regional debería ser interpretada como “cultural”, reflejando por ello algún tipo de aprendizaje. Dicha formulación deriva principalmente de los primeros estudios transculturales de la expresión facial de las emociones desarrollados a partir de la década de los setenta por investigadores como Ekman, Izard, Frijda, Brown, Buck, Oster, Saxton y otros. Probablemente sean Ekman e Izard quienes proporcionaron los estudios transculturales más amplios y difundidos, incluyendo estudios con etnias aisladas e ilitaradas (Ekman, Sorenson y Friesen, 1969; Ekman y Friesen, 1971; Izard, 1971) y revisando la literatura más relevante del momento.

Paul Ekman, a partir de dichas investigaciones transculturales que realizó con individuos destacados de la tribu de Papua de Nueva Guinea, estableció una lista de emociones básicas universales (cuestión que ya había sido planteada por Darwin, pero que no demostró). La mayoría de la comunidad científica del momento estuvo de acuerdo en que los hallazgos de Ekman eran  totalmente válidos. Entre las expresiones que clasificó como universales se encuentraban las siguientes: alegría, ira, tristeza, miedo, asco, y sorpresa; incluyendo con posterioridad también al desprecio (esta emoción y su expresión puede reconocerse universalmente).

Las emociones primarias cumplen una función adaptativa y nos han ayudado a sobrevivir. Movilizan o desmovilizan el cuerpo, nos preparan para el ataque o la huida, y todo ello supone la activación o preparación de determinados músculos para apoyar esas acciones. El cerebro, además, envía mensajes a sus glándulas endocrinas, que controlan la producción y liberación de hormonas y, a su vez, el SNA regula los órganos sobre los cuales no ejercemos control voluntario, como el estómago o el corazón.

Sin embargo, desde una perspectiva teórica evolutiva, el modelo ecológico-conductual ha criticado la idea de establecer una vinculación entre expresión facial y experiencia emocional. Las expresiones faciales serían pautas fijas de acción que no denotan una emoción determinada, sino que tienen como objeto establecer comunicación e interacción social, ya que indican una serie de intenciones conductuales. Los defensores de la ecología de la conducta, argumentan que la expresión facial es distinta si el individuo se encuentra aislado a si está con otras personas. Los seres humanos manifiestan menos expresiones cuando están solos y éstas son mucho más expresivas ante la presencia de otros. Así por ejemplo, en presencia de otros, la sonrisa no se produce en el momento en que se consigue algo deseado, sino al manifestarlo a los demás.


Para investigadores como Aland Fridlund las exhibiciones faciales son emitidas para servir a motivos sociales en el contexto en que se llevan a cabo (Fridlund, 1994, pág. 165). Respecto a la vinculación entre expresión facial y emoción, plantea la disociación que puede existir entre lo que se exhibe y lo que se siente y mantiene que existen situaciones en las que persiste la experiencia emocional en ausencia de movimientos faciales de exhibición (poniendo como ejemplo a los sujetos con parálisis facial, como la “parálisis de Bell”). Además, cualquier expresión facial tendrá un significado distinto, según el contexto social en el que se lleve a cabo. Así, un rostro lloroso tendrá un significado diferente si la persona está sufriendo por una desgracia que le acaban de notificar, o porque le acaban de comunicar que le ha tocado la lotería. Para Fridlund, las conductas faciales de exhibición emocional son manifestaciones de la intencionalidad social (disposición a atacar en el enfado, intención de obtener auxilio en la tristeza, deseo de ser abrazado o petición de socorro en el llanto, deseo de ser amistoso o disposición de afiliarse en la sonrisa, etc.). Critica las tesis sobre la universalidad de las emociones ya que las estrategias para demostrar dicha universalidad se han basado, en muchos casos, en la presentación de fotografías de rostros de individuos con expresiones posadas (no espontáneas), previamente preseleccionadas entre muchas otras, sin apenas variar el orden de presentación, con formato de respuesta de elección forzada, o de libre elección entre una serie de etiquetas (sin ser posible la respuesta espontánea del observador) y en ausencia de información contextual. Plantea que en muchos estudios transculturales sobre la emoción, los sujetos en realidad lo que hacen es asociar rostros con situaciones e intenciones. Para Fridlund, la hipótesis específica de que la alegría, la tristeza, el miedo, la sorpresa, el enfado y la repulsa (asco) son altamente reconocibles a partir de la expresión facial, se ajusta de forma clara solo en el caso de la alegría. Plantea hasta 8 posibles alternativas distintas sobre cómo la gente interpreta, de manera espontánea, los movimientos faciales asociándolos a una emoción concreta (véase Fridlund, 1994, págs. 294-298).

Otro reconocido experto en el campo de las emociones, las micro-expresiones, los gestos y la influencia de la cultura en el comportamiento no verbal, es David Matsumoto, quien afirmó que “la universalidad de las expresiones faciales de la emoción ya no se debate en Psicología” (Matsumoto, 1990, pág. 195). Este profesor de psicología, de la Universidad Estatal de San Francisco, es el fundador y director del Laboratorio de Investigación de la Emoción, donde se siguen llevando a cabo estudios sobre la cultura, la emoción, la interacción social y la comunicación.  En el 2009 fue uno de los elegidos para recibir la prestigiosa Beca Minerva, dotada de 1,9 millones de dólares, del Departamento de Defensa de EE.UU., para estudiar el papel de las emociones en grupos ideológicamente aislados.
Sin embargo, en la actualidad no solo se sigue debatiendo sobre ello, sino también sobre sus implicaciones.

Trabajos citados

Ekman, P. (1972). Universal and cultural differences in facial expression of emotion. En J. R. Cole (Ed.), Symposium on Motivation, 1971 (Vol. 19, págs. 207-283). Lincoln, NE: Nebrasca University.

Fridlund, A. J. (1994). Expresión facial humana. Una Visión Evolucionista. (J. Cerdas Ibañez, & I. Cardas Ibánez, Trads.) Bilbao: Desclée De Brouwer.

Matsumoto, D. (1990). Cultural similarities and differences in display rules. Motivation and Emotion, 14, 195-214.

jueves, 8 de agosto de 2013

Gestos y expresiones faciales de las emociones vividas durante el 11-S

Los brutales y trágicos atentados del 11-S, en los que 19 terroristas suicidas secuestraron cuatro aviones para lanzarlos contra las Torres Gemelas del World Trade Centre, en Nueva York , así como contra el Pentágono y el Capitolio (este último estrellado en campo abierto gracias al enfrentamiento de los pasajeros y tripulantes con el comando terrorista), en Washington, causaron la muerte de unas 3000 personas y produjeron más de 6000 heridos.

Esos 19 terroristas suicidas debían tener enturbiado el cerebro y el espíritu por las alteradas mentes de sus “maestros”. Matar a más de 3.000 inocentes no puede tener una explicación racional, escapa a la razón, a la moral, al sentido de la justicia y a la condición de seres humanos. Los motivos por los que lo hicieron, desde luego, no deben estar basados en la reflexión racional ni en el sentido ético. El fanatismo, el odio, el rencor o el adoctrinamiento religioso, podrían estar entre esos motivos; pero está claro que ese tipo de motivos atentan contra la razón, contra los principios y valores propios de la convivencia y contra la dignidad humana.

Afortunadamente, no guardamos en la memoria todo lo que sucede a nuestro alrededor. Pero, cuando la intensidad de la vivencia ha sido fuerte, cuando la experiencia ha sido muy desagradable, esta se fija y se almacena en la memoria a largo plazo. El impacto emocional que provocan los acontecimientos traumáticos de esta envergadura, fragmentan la memoria emocional produciendo cambios en el cerebro. Según los expertos, traumas de esta índole rompen las redes de memoria, al podar ramificaciones de las neuronas. Por otra parte, parece ser que cuanto más sensibles somos a una experiencia, más aumenta la cantidad de detalles memorizados y la sensación de realidad que tendremos de dichos recuerdos. Los expertos hablan de “recuerdos destello” que son los que se producen cuando hay una gran elaboración y distintividad de la noticia y su contexto, y que suelen aparecer en los casos en los que en el acontecimiento traumático se cumplen dos características: el factor sorpresa y el factor impacto emocional causado sobre el individuo. En España, el profesor José María Ruiz-Vargas ha dedicado varios trabajos al análisis de este tipo de recuerdos.

Según diversos estudios (Basabe et al., 2002; Diener, Diener y Diener, 1995) la población de culturas como la estadounidense generalmente mantienen un estilo emocional de menor control y más expresivo que la población de otras culturas con la China. Los norteamericanos reportarían una alta deseabilidad a las reacciones emocionales y a mostrar y expresar sus sentimientos personales. Los chinos en cambio suelen mostrar una deseabilidad más baja de reacción emocional y mostrar menos reacciones subjetivas y expresivas de afecto, revelando un mayor control sobre sus emociones.

Otros estudios han revelado que la exposición a emisiones de TV y otros medios de comunicación intensifican las emociones sentidas ante hechos colectivos, como el 11-S (Ubillos, Mayordomo y Basabe, 2005).

Las expresiones emocionales no se aprenden. Sabemos que en el reconocimiento y manifestación de emociones juega un papel fundamental el hemisferio derecho del cerebro, lugar donde se localiza gran parte de la amígdala. Sin embargo, investigaciones recientes ponen de manifiesto que mientras unos estudios conceden un papel más relevante a las estructuras del hemisferio derecho, otros autores encuentran un procesamiento hemisférico diferencial de los estímulos emocionales, con el hemisferio derecho encargado del procesamiento de estímulos de contenido negativo y el hemisferio izquierdo de los de contenido positivo (Sánchez-Navarro y Román, 2004). 

Lo que sucedió minutos después de conocerse la noticia de los trágicos atentados se reflejó en los rostros de numerosos neoyorkinos. El estado emocional más generalizado fue el de estupor, el de asombro e incredulidad. Emociones que días después se irían transformando en casos de pánico y miedo. También los ciudadanos fueron cambiando inconscientemente la percepción de lo ocurrido al irse mezclando lo vivido durante ese día con lo escuchado o lo visto en televisión, reescribiéndose en la memoria lo ocurrido de una forma diferente. La memoria perceptiva se mezcló con la semántica, con la emocional y con la episódica, entrelazándose entre sí y surgiendo un nuevo recuerdo sobre tal acontecimiento.
Pero, ¿cómo fueron las reacciones inmediatas de los neoyorkinos tras enterarse o presenciar las consecuencias de tal barbarie?

Algunos estudios sobre el 11-S (Ubillos, Mayordomo y Basabe, 2005) han puesto de manifiesto que las reacciones emocionales mostradas más comunes fueron las de tristeza y hostilidad, más que las de miedo. Concretamente la atmósfera emocional estuvo caracterizada principalmente por tristeza/pena, la tríada de hostilidad (disgusto/asco, cólera/enojo, desprecio) y en menor medida el miedo/ansiedad. También han confirmado que las personas simultáneamente proyectaron y percibieron a los otros como más impactados emocionalmente, produciéndose un sesgo de proyección social  (“mis emociones son las típicas de todos”) y  de mayor control  (“yo tengo más control emocional”).

Las fotografías que aparecen a continuación fueron tomadas personalmente de una de las proyecciones permanentes (donde está permitido hacerlo) del Museo Memorial 9/11 de Nueva York. En dicha proyección aparecen imágenes de las reacciones de gente anónima que se encontraba en la calle presenciando lo que estaba ocurriendo.

Entre esas imágenes, podemos apreciar que lo que están viendo u oyendo les genera estrés y aparecen auto-adaptadores para intentar mitigar ese estrés. Entre esos gestos adaptadores resultan especialmente significativos los que se llevan a cabo como mecanismos de negación de la realidad para tratar de disminuir ese estrés (taparse los ojos).
  
En muchos casos, la palma de la mano se deposita en la cara tapando la boca, lo que denota estrés, preocupación y horror por lo que están contemplando.




Las manos sobre la frente o la cabeza denotan desesperación, irritabilidad o temor, pero también concentración en sus propios pensamientos ante el problema.




Manos tocando la garganta denotan angustia y malestar. También aparecen gestos en  una actitud dudosa frotándose la barbilla, o de valoración de lo que está ocurriendo. La mano en la barbilla es una mano interrogativa, probablemente froten la barbilla porque no saben realmente qué está pasando, o por qué está pasando (“yo me pregunto por qué…”), y también por la irritación del momento. 

 Las manos tocando los labios denotan preocupación, estrés o ansiedad ante tales acontecimientos.


 Los adaptadores de manos con presión sobre la cara denotan preocupación y horror.

Si nos adentramos en un análisis más pormenorizado de las expresiones faciales, podemos contemplar fundamentalmente expresiones de miedo:

-       Elevación de la parte interior de las cejas (UA1): propio en gestos de tristeza y miedo (también en sorpresa)
-        Descenso y contracción de las cejas (UA 4): propio en gestos de miedo, ira, tristeza y asco
-       Elevación del párpado superior (UA5): típico en gestos de sorpresa, ira y adicionalmente en los de miedo
-        Alargamiento de la comisura de los labios (UA20)
-        Separación de los labios (UA25)
-    Descenso de la mandíbula con apertura de boca (UA27): típico en gestos de miedo y adicionalmente en los de miedo

Otras Unidades de Acción que aparecen en la fotografía son:
-          Cabeza hacia arriba (UA53)
-          Movimiento de ojos arriba y a un lado (UA68)

Expresiones de miedo y sorpresa  (gestos de asombro):

-         Elevación de la parte interior y exterior de las cejas (UA1+UA2)
-         Elevación del párpado superior (UA5): suele aparecer en gestos de ira, miedo o sorpresa
-       Separación de los labios (UA25): suele aparecer en los gestos de miedo y adicionalmente en los de ira y asco
-        Descenso de mandíbula y apertura de la boca (UA27): suele aparecer en gestos de sorpresa y adicionalmente en los de miedo
-         Adicionalmente mirada hacia la izquierda (UA61)
-       Parte inferior del rostro (mujer) no decodificable (UA76), aunque se intuye apertura de boca (UA25)

Gestos de sorpresa y miedo, fundamentalmente identificados por:

-          Alargamiento de la comisura de los labios (UA20)
-          Separación de los labios (UA25)
-          Descenso de la mandíbula y abertura de la boca (UA27)

Gestos de tristeza y miedo, principalmente identificados por:

-      Elevación de la parte interior de las cejas (UA1): propio en gestos de tristeza, miedo o sorpresa
-     Elevación de las mejillas y reducción de la abertura palpebral (UA6): propio en alegría y asco y adicionalmente en gestos de tristeza
-      Leve caída de mandíbula (UA26): suele aparecer adicionalmente en gestos de ira, miedo o asco
-      Mirada fija (UA69)
-      Parte inferior del rostro no decodificable (UA72)

Gestos de Sorpresa y miedo:

-         Elevación de la parte interior y exterior de las cejas (UA1+UA 2)
-        Elevación del párpado superior (UA5): típico en gestos de sorpresa o ira y adicionalmente en los de miedo
-         Separación de los labios (UA25): propio en gestos de miedo y alegría (y adicionalmente en ira y asco)
-     Descenso de la mandíbula y abertura de la boca (UA27): propio en gestos de sorpresa y adicionalmente en los de miedo
-          Posición: Cabeza hacia arriba (UA53)
-          Mirada hacia arriba (UA63)

Gestos de miedo y sorpresa:

-    Elevación de la parte interior de las cejas (UA1): prototípico en miedo, sorpresa y tristeza
-   Elevación de la parte exterior de las cejas (UA2): propio en gestos de sorpresa y adicionalmente en los de miedo
-  Elevación severa del párpado superior (UA5D): propio en gestos de sorpresa o ira y adicionalmente en los de miedo
-     Alargamiento de la comisura de los labios (UA20)
-     Separación de los labios (UA25)
-  Descenso de la mandíbula abriendo la boca (UA27): propio en gestos de sorpresa y adicionalmente en miedo
-      Mirada fija (UA69)

Gestos de tristeza e ira contenida:

-       Elevación de la parte interior de las cejas (UA1): propio de la tristeza (también aparece en miedo y en sorpresa)
-          Descenso de cejas (UA4): en ira, tristeza y miedo (también en asco)
-          Elevación del párpado inferior y reducción de la abertura palpebral (UA7)
-          Dilatación de las fosas nasales (UA38)
-          Mirada fija (UA69)
-       Labios: (UA,s en correspondencia con la ira) probablemente labios tensos (UA23), juntos y apretados (UA24) o separados (UA25), pero al no ser visibles codificaríamos como UA76.

Expresiones de miedo, asco y angustia:

-          Elevación de la parte interior de las cejas (UA1)
-          Elevación leve del párpado superior (UA5B)
-          Elevación leve a pronunciada del labio superior (UA10B): suele aparecer en gestos de ira  o de asco
-          Remarque del pliegue naso-labial (UA11)
-          Separación de los labios (UA25): suele aparecer en gestos de miedo
-          Posición de cabeza levemente hacia arriba (UA53)
-          Mirada a la izquierda (UA61)
-          Mano sobre el pecho (angustia)

Tristeza, miedo y asco:

-     Elevación parte interior de las cejas (UA1): suele aparecer en gestos de tristeza, miedo y sorpresa
-          Remarque del pliegue naso-labial (UA11): suele aparecer adicionalmente en gestos de tristeza
-          Descenso leve del labio inferior (UA16B): suele aparecer adicionalmente en gestos de asco
-          Separación de los labios (UA25): suele aparecer en gestos de miedo y adicionalmente en ira y asco
-          Descenso del mantón (UA26): suele aparecer adicionalmente en gestos de miedo, ira o asco
-          Adicionalmente posición de cabeza hacia adelante (UA57)
-          Mirada hacia abajo (UA64): suele aparecer adicionalmente en gestos de tristeza

Expresiones de miedo y tristeza:

-     Elevación parte interior de las cejas (UA1): típico del miedo, tristeza y sorpresa
-     Desplazamiento de la comisura de la boca hacia atrás y arriba (UA12): suele aparecer en gestos de miedo y también de alegría
-   Separación de los labios (UA25): suele aparecer en gestos de miedo (aunque también de alegría)
-    Mirada hacia abajo (UA64): suele aparecer adicionalmente en gestos de tristeza
-    Mirada fija (UA69)

Expresiones de sorpresa y tristeza:

-         Elevación de la parte interior de las cejas (UA1): típico en gestos de miedo, tristeza y sorpresa
-        Elevación del párpado superior (UA5): típico en gestos de sorpresa o ira y adicionalmente en los de miedo
-         Descenso de la comisura de los labios, que incluso pudieran estar temblorosos (UA15): propio de la tristeza y adicionalmente en asco
-        Probablemente apertura de boca con descenso de mandíbula (UA27): típico en sorpresa. Al no estar visible la parte inferior de la cara codificaríamos como UA7
-         Mirada fija (UA69) 



Puedes ver una  galería fotográfica completa sobre la barbarie del 11 de septiembre en http://www.history.com/topics/9-11-attacks/pictures/911-world-trade-center.

         Si vas a hacer uso de alguna de estas fotografía debes citar debidamente el blog y la fuente original de donde se obtuvieron dichas fotografías.

Mi agradecimiento al Prof. Cristian Salomoni por la retroalimentación aportada.


BIBLIOGRAFÍA
Basabe, N., Páez, D., Valencia, J., González, J. L., Rimé, B., & Diener, E. (2002). Cultural dimensions, socio-economic development, climate and emotional hedonic level. Cognition and Emotion, 16, 103–126.

Diener, E., Diener, M., & Diener, C. (1995). Factors predicting the subjective well-being of nations. Journal of Personality and Social Psychology, 69, 85-864.

Ekman, P., & Friesen, W. V. (1978). Facial Action Coding System. Palo Alto: Consulting Psychologists Press.

Ekman, Paul (Ed.). (1973). Darwin and facial expression; a century of research in review. New York: Academy Press.

Fernández-Abascal, E. G., & Chóliz, M. (2001). Expresión facial de la emoción (cuadernos de la UNED). Madrid: UNED.

Ruíz-Vargas, J. M. Trauma y memoria: hacia una explicación neurocognitiva. Revista de psicología general y aplicada: Revista de la Federación Española de Asociaciones de Psicología, ISSN 0373-2002, Vol. 59, Nº. 1-2, 2006, págs. 37-70.

Sanchez-Navarro, J. P., & Román, F. (2004). Amigdala, corteza prefrontal y especializacion hemisferica en la experiencia y expresión emocional. Anales de psicología, 20(2), 223-240


Ubillos, S., Mayordomo, S., & Basabe, N. (2005). Percepción de Riesgo, reacciones emocionales y el Impacto del 11-M. Revista de Psicología Social, 20, 257-416.