La detección de mentiras es enormemente
complicada ya que, por un lado, no existe una señal o conjunto de señales que
nos indiquen de forma inequívoca que alguien está mintiendo y, por otro, los
signos de engaño son específicos de cada sujeto (aunque algunos de ellos son
comunes a muchos individuos). Además, la ausencia de señales no quiere decir
que alguien no nos esté mintiendo. Por todo ello podemos afirmar que la
detección de mentiras no solo es complicada sino que además hay casos
en los que es imposible detectarla.
Para la detección tan
solo podemos basarnos en señales o indicios que
debemos interpretar según la información que tengamos del
sujeto, sus antecedentes y, sobre todo, según el contexto.
Pero cuidado: a partir de un solo indicio no podemos concluir que una persona
está mintiendo.
¿Dónde debemos buscar
esos indicios? Pues fundamentalmente hablaríamos de 3 tipos de indicios: verbales, no
verbales y fisiológicos.
Respecto a los indicios no verbales, es
fundamental adentrarse en el campo de las emociones. Dicho
campo fue muy estudiado por el Dr. Paul Ekman y ha
resultado importantísimo en la detección del engaño. En
el campo de las emociones, sabemos que cuanto más intensas sean estas
mayor es la probabilidad de que aparezcan señales no verbales que
puedan delatar al mentiroso.
En el siguiente vídeo el Dr. Paul Ekman nos habla sobre la detección de mentiras.
En el siguiente vídeo el Dr. Paul Ekman nos habla sobre la detección de mentiras.
Pero sus trabajos sobre
la mentira no se limitaron a las expresiones del rostro, sino que se basaron en
observaciones acerca del cuerpo humano en su totalidad. Aparte de ello, Ekman y su equipo
desarrollaron una herramienta para entrenar el reconocimiento de las diferentes
microexpresiones faciales: el METT.
Las emociones suelen
provocar cambios característicos en la expresión facial y
suscitan además algún tipo de activación fisiológica; algunas
muy evidentes como la sudoración y otras imperceptibles a no ser que se posea
el instrumental adecuado.
Entre los signos
faciales del engaño, además de las microexpresiones, para Ekman también se
incluyen las expresiones abortadas, el parpadeo, la dilatación
pupilar, el lagrimeo, el rubor, el empalidecimiento,
las falsas sonrisas y errores en la secuenciación
temporal o la sincronización.
La máscara más empleada
para camuflar una emoción es el gesto de alegría y todos
hacemos uso de ella empleando la llamada sonrisa social, por ejemplo. La
Sonrisa además es la emoción que con mayor facilidad puede producirse a
voluntad (recordemos que sólo intervienen 2 Unidades de Acción, o 3 si va
acompañada de la apertura de la boca: UA 6, UA 12 y UA 25).
No todo engaño implica
falsear una emoción, pero las emociones suelen intervenir a la hora de mentir
(por ejemplo: una persona acusada de cometer un delito puede sorprenderse porque hayan
acusado a otro de ese delito, por lo que probablemente tratará de ocultar esa
emoción de sorpresa).
Aspectos que
facilitan o dificultan la detección del engaño
Para que una mentira
pueda ser detectada siempre es mejor que haya emoción. El temor a ser
atrapado puede ayudar a desenmascarar a un mentiroso, ya que cuanto
mayor sea ese temor más probable es que aparezcan “pistas” conductuales que le
delaten. El que el mentiroso crea que se encuentra ante un experto en
detección de mentiras también puede ayudar, ya que provocará cierto recelo a ser
descubierto.
El problema que se
plantea ante la aparición de emociones es el saber diferenciar entre este
recelo a ser descubierto en alguien que es culpable y el temor a que no le
crean en alguien que es inocente. En este caso un polígrafo establecería que
ambos sujetos son culpables (produciéndose en el segundo caso un falso positivo
lamentable).
Otro aspecto a tener en
cuenta es la personalidad del mentiroso, dándose casos de
sujetos que tienen mucha práctica en el arte de mentir y a los que les cuesta
poco mentir (mentirosos naturales, psicópatas, etc), y sujetos a los que les
cuesta mucho (siempre será más fácil cazar a estos últimos).
Como establece PaulEkman otro factor importante es “lo que está en juego al mentir”, en el
sentido de que cuanto más importante sea para el mentiroso lo que está en juego
(sumas de dinero, prestigio, evitar un riesgo para su vida, evitar un castigo,
ganar una recompensa, etc.) mayor será el recelo a ser detectado.
Que aparezca algún sentimiento
de culpa o vergüenza por engañar (puede aparecer la vergüenza si el
mentiroso es descubierto, produciéndose algún tipo de humillación al ser
ridiculizado o reprobado) también puede facilitarnos las cosas (habría que
diferenciar los sentimientos de culpa por el delito cometido, por ejemplo un
robo, de los sentimientos de culpa por haber mentido a alguien, por ejemplo a
un familiar).
Estos sentimientos en
caso de ser extremos pueden llegar a que alguien se delate para aliviar dicha
carga, pero en otros casos pueden constituir un estímulo para el mentiroso y
considerar que la mentira valió la pena. Entraríamos en el ámbito de lo que
Ekman denomina “deleite que provoca embaucar a alguien”. En este sentido
mentir puede hacer que alguien se sienta bien y que genere entusiasmo antes de
hacerlo, cuando el sujeto anticipa la provocación que implica mentir o en el
mismo momento de mentir sin estar todavía el éxito asegurado. Si el mentiroso
no es descubierto puede experimentar alivio (que actuará como refuerzo
negativo), orgullo o incluso placer por haber engañado y no haber
sido descubierto.
Lo bueno de todo esto es que los sentimientos de
culpa, el temor a ser descubierto y el deleite pueden detectarse a través de la
expresión facial, los movimientos del cuerpo y la voz (paralingüística). Lo
negativo es que un mentiroso habitual o un psicópata no sentirán ni culpa ni vergüenza,
por lo que su detección se complica. Por otra parte, normalmente los
sentimientos de culpa disminuyen cuando los destinatarios del engaño son
impersonales o anónimos.
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